2. Dar y recibir. LA VERDADERA RIQUEZA

 
 
La verdadera riqueza 
Eloy Moreno - Si os gusta me encantaría que lo compartierais. LA VERDADERA  RIQUEZA Un monje había llegado a las afueras de una pequeña ciudad cuando  ya comenzaba a anochecer. Decidió pasar
REFLEXIÓN ORAL

 

¿Qué significa ser rico?

¿El dinero da felicidad?

¿Se puede tener poco y ser feliz?

¿Qué es más valioso: el tiempo o el dinero?

¿La amistad y el amor son riquezas?

¿Por qué a veces queremos más y más?

¿Qué cosas en tu vida consideras verdaderamente valiosas?

¿Qué es más importante: dar o recibir?

 
REFLEXIÓN ESCRITA

Escribe 5 cosas que te hacen sentir rico y no cuestan dinero.

Completa: “Para mí la verdadera riqueza es…”

Si tuvieras que regalar algo valioso que no fuera dinero, ¿qué sería?

Reflexiona: “Un momento en que me sentí rico sin dinero fue…”

 
 
Un monje, tras caminar durante todo el día por el bosque, había llegado a las afueras de una pequeña ciudad justo cuando ya comenzaba a anochecer. Como el tiempo era bueno, decidió pasar la noche bajo un árbol, a la luz de las estrellas. Cuando ya se había acomodado y se disponía a cenar algo, observó a un campesino que se dirigía hacia él a toda prisa. En cuanto el hombre llegó a su altura lo primero que hizo fue gritarle. -¡Necesito la riqueza! ¡Dámela! ¡Dámela! -le imploró en voz alta. -¿La riqueza? ¿Qué riqueza? No te entiendo -contestó el monje sorprendido-, tranquilízate, no sé de qué me estás hablando. -Sí, la riqueza, la riqueza… ¡la necesito! -volvió a gritar- La noche pasada soñé que un monje iba a llegar a la ciudad, que se sentaría justamente bajo este árbol y que me daría una riqueza tan enorme que me duraría para toda la vida! ¡Y la quiero, la quiero, dámela! El monje dejó la cena a un lado y asintió. Buscó entre sus bolsas y finalmente introdujo su mano en el interior de una de ellas. -Sí, aquí está, creo que esto es lo que buscas. Lo encontré ayer cuando venía hacia aquí- y tranquilamente se lo entregó al campesino. -¡Vaya! -exclamó este- ¡Es un diamante, es un diamante! ¡Es el diamante más grande que he visto nunca! ¡Es increíble! Lo observó durante unos instantes. -¿Es para mí? ¿De verdad puedo quedármelo? -dijo finalmente. -Sí, claro -le contestó el monje-, si lo que has soñado es cierto, significa que esa riqueza que debo darte es este diamante. -Gracias, gracias, gracias. ¡Muchas gracias! -y se fue corriendo. 
El campesino llegó a su casa y, nada más entrar, cerró la puerta con llave. Se fue a su dormitorio, sacó el diamante y lo estuvo acariciando. Al rato se dio cuenta de lo que tenía entre las manos y, asustado, cerró la ventana y apagó la luz. Pero aquella noche apenas pudo dormir. Se mantuvo despierto con la joya aferrada entre sus manos y con un hacha bajo la cama por si alguien venía a quitársela. Al día siguiente, cogió el diamante, lo metió en una bolsa y se dirigió de nuevo hacia el árbol con la esperanza de que el monje aún no se hubiera marchado. Afortunadamente seguía allí, en el mismo lugar, sentado sobre su manta. -Buenos días, monje, vengo a devolverte esto, no lo quiero. En realidad creo que no es esta la riqueza que tenías que darme, quiero que me enseñes la otra. -¿La otra? ¿A qué otra riqueza te refieres? -le contestó el monje. -A la que te ha permitido desprenderte con tanta facilidad de este diamante